domingo, 20 de enero de 2013

Volver



Volver a escribir. Buscando el verbo exacto para el incauto que lee este espacio, para que crea una vez más que este es un regreso sin gloria pero definitivo. Evitando la pérfida excusa del tiempo robado a la familia o al sueño pero sin dejar de mencionarla. Vuelvo porque hubo quien por elegancia me lo ha pedido, tal vez sin saber que más pronto que tarde le haría caso. Pero vuelvo sobre todo porque cuanto más tiempo pasa sin escribir más lo lamento. Jamás pensé que algún dia diría algo tan pretencioso como que me gusta escribir, aunque ello no implique que a los demás también les guste que yo lo haga. Y como lo cortés no quita lo valiente, aquí está un servidor planteando una vez más ese simple pacto entre usted y yo. Que además es gratis.

Volver a Buenos Aires. De visita y después de casi un lustro. Tan hermosa y tan sucia como siempre, con unos y con otros gobernándola. Una ciudad que avanza, dando dos pasos adelante y uno para atrás, quejándose de lo que hace hoy aún sabiendo que se jactará de ello mañana. Vuelvo curioso de observar lo que ha cambiado. Los edificios nuevos y aquellas viejas casas del barrio que se tragó la modernidad. Vuelvo intentando desentrañar lo real de lo ficticio, lo que es cierto y lo que es parte de un relato, en esa pelea casi constante entre la ciudad y el gobierno nacional. Buenos Aires es política, vive por y para la política y en el fondo gracias a ella. Es la derecha si gobierna la izquierda, es la izquierda si gobierna la derecha. Es más capital que muchas capitales y por eso es una isla arrolladora de gente, cultura, ideas, vanguardia y pesimismo. Vuelvo escandalizado por la veredas rotas (aceras), por los yuyos en cada una de las mil grietas (malas hierbas), por los baches en la calzada, que son cráteres a los que alguien ya habrá puesto nombre por su tamaño y longevidad. Pero unos días después comprendo, que vuelvo aburguesado, porque vivo en un país que aunque esté sumido en una gran crisis, es un país desarrollado.

Volver a mi casa. Aquella del barrio de Devoto, justo donde está a punto de perder el nombre y el pedigree, confundiéndose con el más modesto Villa Real, pero que se revaloriza generación tras generación. Ahí donde todavía se puede vivir entre casas bajas cuya arquitectura es cada una de su padre y de su madre (mi mujer dixit), y calles anchas y arboladas, algunas todavía empedradas, como tantos otros barrios de la Ciudad de Buenos Aires. Ahí donde tenés cerquita una buena plaza siempre verde rodeada de inmensos y añosos jacarandas, y donde hoy te da una sensación de ilusión perdida, culpa en parte por las rejas que se han puesto de moda para cerrarlas por la noche, parte por la edad que uno porta en el DNI. Volver a mi casa, decía, aquella de la calle Ramón Lista en la que nací y viví tantos años. Aquella que mis padres aún gobiernan y que me provoca irrefrenables impulsos de volcar toda mi experiencia en el oficio del mantenimiento. Aquella que junta todavía muchos de mis objetos, que ya pasan de ser recuerdos a ser desperdicios. Aquella que era inmensa y cada vez que voy es más chiquitita. Aquel lugar que todos tenemos que pueden pasar años sin estar, y que bastan 5 minutos para volver a situarse.

Volver a mi gente. Volver a verles un poquito mas mayores, mas adultos, mas grandes, más jóvenes, más gordos, más delgados, más hechos, más cansados, más resueltos, más quejosos, más felices, más tíos, más primos, más abuelos, más padres, más esposos. Tal y como ellos me han vuelto a ver a mi. Porque volví marido y padre. Porque para un ladrillo 5 años es poco, pero para la familia es mucho. Volví a sentir el placer de verme tironeado por unos y por otros que no querían dejar de tenerme un ratito para ellos, y pido disculpas a los que no he podido corresponder como saben que hubiese querido, aún a quienes se que no han presionado por no pertubar. Incluyendo a los amigos. Siempre pasa igual, el tiempo que sea que venga será insuficiente.

Volver a llorar. Esta vuelta fue muy emocionante, con acontecimientos familiares muy gratos, felices e importantes, que fueron los que motivaron el viaje. Y en un momento de un festejo, mientras rasgaba una guitarra y canturreaba con mi gente, lloré. Aunque no quieras, aunque todas tus fichas encajen, en algún momento no podrás tener todo atado y llorarás. De felicidad, de pena, o de ambas. Es la saudade de los portugueses, o la morriña de los gallegos, es un sentimiento que refleja la distancia física y/o temporal con aquello que añoras. No es exactamente melancolía, ahí estás, aqui y ahora, donde y con quienes querías estar. Y qué no encaja? Tal vez sea que uno ya es de dos mundos, que hace todo lo posible por unirlos, y por eso tiene que Volver. Para intentar unir lo que fue, lo que hubiera sido y lo que es. Cabrían tal vez los versos de Joaquín Sabina: "no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió".


EL TEMA DE HOY: CON LA FRENTE MARCHITA - JOAQUÍN SABINA
IMAGEN: LUIS C. MARUCCI EN PANORAMIO